viernes, 9 de septiembre de 2011

La familia y las tres fases de la paternidad

De acuerdo al concepto que se ha emitido de la familia, dos elementos entran en juego respecto del proceso comunicacional que entre sus miembros se establece y las reglas y normativas necesarias para su funcionamiento, y estos son el afecto y la autoridad.
Una familia está compuesta por personas que, más allá de su vínculo de consanguinidad, han desarrollado lazos afectivos de amor y respeto, conviven no bajo el principio exclusivo del deber, sino de acuerdo al deseo de estar juntos, de compartir las experiencias cotidianas del presente y en función a un proyecto de vida en donde todos están involucrados.
Antes de que un hombre se convierta en padre, tiene que considerar  su relativa fortaleza en cada una de las tres fases de paternidad para procurar el éxito familiar.
La paternidad de la fase I 
Requiere de manera predominante el tiempo y la capacidad para ser una persona amorosa y compasiva en la crianza de la personalidad en desarrollo de un niño pequeño.
La paternidad de la fase II
Un padre necesita ser una autoridad inteligente y sensible al tratar con un adolescente, con un rebelde natural mitad niño y mitad hombre, que intenta separarse de un padre y definir su propia personalidad.
La paternidad de la fase III
Un padre requiere la capacidad para relacionarse con su hijo mayor de edad como un igual sin dominarlo. La conciencia del padre acerca de los problemas normales y de las diferentes expectativas con respecto a su rol cambiante en las tres fases puede ser de enorme valía para alcanzar la meta de una paternidad efectiva.
En una familia operativa, el equilibrio entre el afecto y la autoridad está perfectamente establecido y delimitado, hay ciertamente unas reglas de juego demarcadas y discutidas hasta donde sea posible encontrar compromisos y contratos viables, pero de ninguna manera hay, de parte de las personas encargadas del proceso educativo, los padres, una pérdida de su jerarquía, de su derecho a definir las líneas comportamentales de convivencia y los roles que cada uno de sus integrantes debe asumir, en beneficio de todos y cada uno de sus integrantes, ya que el vínculo fundamental que los une es el afecto.
Una familia es disfuncional cuando se ha perdido el equilibrio entre la autoridad y el afecto, de tal manera que  cualquiera de los dos se ha hiperdesarrollado en detrimento del otro. Es así que puede observarse familias cargadas de un excesivo autoritarismo carente de empatía y cualquier forma de comunicación más allá del acatamiento de órdenes.

*Magister. Clínica del Hombre de Inppares
informes@inppares.org

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