"¿Qué hacer ahora? Como diría la propia Rosa María Palacios, a quien tanto vamos a extrañar: seguir". De esta manera concluye su columna de hoy Raúl Tola, dedicada a analizar lo que significó Prensa Libre en el acontencer nacional durante siete largos años. Para el columnista de La República, la salida de RMP de América TV es una decisión empresarial sorpresiva y desafortunada.
Prensa Libre, por Raúl Tola
‘Prensa Libre’ ha marcado la pauta en información política, con profesionalismo y objetividad. Estamos muy agradecidos por la labor desarrollada por Rosa María Palacios y todo su equipo al frente de este programa». Estas palabras tan generosas que, uno pensaría, fueron dichas para respaldar una promoción o un aumento de sueldo, han sido más bien el epitafio con que el presidente del directorio de América Televisión, Luis Miró Quesada Valega, dijo adiós a Rosa María Palacios de la conducción de “Prensa Libre”, luego de decidir que su contrato no sería renovado. Así Miró Quesada Valega anunció que uno de los espacios periodísticos más influyentes y respetados de la televisión peruana, sería reemplazado por una nueva programación, centrada en “contenidos de entretenimiento”.
El asombro por este anuncio ha sido unánime. Un programa con enorme prestigio e influencia fue eliminado para abrir las puertas a la comicidad, los concursos o los enlatados. ¿Por qué se ha decidido interrumpir la continuidad de uno de los emblemas de América Televisión, luego de siete exitosos años al aire?
El propio Gustavo Mohme Seminario, director de La República y miembro del consejo editorial del canal, afirmó que la salida de Rosa María Palacios constituye “en la práctica una censura”. Ningún argumento parece capaz de justificar una decisión que el Instituto Prensa y Sociedad ha calificado de “represalia”, “por haber mantenido independencia editorial durante las recientes elecciones generales”.
¿Tienen derecho los accionistas de América Televisión a proceder de esta manera? ¿Pueden prescindir así de una periodista, y de paso atentar contra ese producto tan escaso y lucrativo que es la credibilidad, levantada ladrillo a ladrillo durante mucho tiempo, pero tan frágil que el mínimo remezón la puede traer abajo? Por supuesto que sí. Cualquier propietario tiene la potestad de decidir cómo quiere gestionar su empresa.
Pero de la misma manera, los periodistas tenemos el derecho (y en casos como este, creo, la obligación), de manifestar abiertamente nuestro desacuerdo por una medida sorpresiva y desafortunada. Rosa María Palacios es una magnífica profesional y una persona de primera, a quien conozco, aprecio y admiro desde hace muchos años. Su valor, entereza e inteligencia, demostrada durante las numerosas crisis vividas desde que compartimos pantalla, deben ser una guía para los presente y futuros momentos.
¿Qué hacer ahora? Como diría la propia Rosa María, a quien tanto vamos a extrañar: seguir. Mientras subsista un espacio para hablar claro y ser crítico, hay que hacerlo: es nuestra obligación.
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