Por Juan Luis Orrego Penagos
Ate-Vitarte.- La historia y la arqueología han demostrado que el pueblo
de Ate tiene un pasado también de siglos, cuando fue habitado por ayllus o
cacicazgos de gente muy guerrera. Cuando llegaron los españoles, al lugar lo
llamaron San Mateo de Huamán de Huaco; se asume que este nombre fue de algún
cacique o curaca de la zona. Pero luego se fundó la “doctrina” de Santa Cruz de
Late, a cargo de curas mercedarios, y que en 1570 contaba con 312 habitantes
cuando fue visitada por el virrey Toledo.
En este sentido, respecto al
origen del actual del nombre de Ate, existen varias opiniones. La más aceptada
es que deriva del vocablo “late”, que tiene como etimología el nombre de “lati”,
de origen aymara, acaso el nombre de un pueblo preincaico que habitó la zona. Se
trataría de mitimaes o colonos traídos por los incas desde otra zona de los
Andes y que, al momento de la conquista, los españoles los encontraron aquí.
Este territorio, además, era surcado por el antiguo canal de Ate, que nacía a la
altura del kilómetro 6,5 ó 7 de la actual Carretera Central, a casi 400 metros
sobre el nivel del mar. Luego de regar la hacienda de Vitarte o Ubiarte,
fertilizaba las tierras de los fundos Mayorazgo, Puruchuco y Melgarejo, para
luego regar La Molina, la chacra de Camacho y terminar en el Estanque de
Chacarilla, vecino de la hacienda de San Juan.
De otro lado, las tierras
de lo que hoy llamamos Vitarte, antes se denominaban Ubitarte o Uvitarte,
propiedad de Pedro de Ubitarte a inicios del siglo XVII. Los testimonios hacen
referencia de que se trataba de una finca muy rústica que, como sabemos,
cobraría notoriedad desde el gobierno de Ramón Castilla, quien otorgó los
terrenos del fundo al colombiano Carlos López Aldana para impulsar el desarrollo
de la industria nacional. Así, López Aldana fundó la fábrica de tejidos Vitarte,
lo que dio lugar a la construcción de viviendas para los obreros y sus familias,
y así formaron el pueblo de Vitarte. Este pueblo, hoy capital del distrito de
Ate, tiene especial valor histórico, porque aquí se inició el movimiento
sindical peruano. Los pobladores de esta zona fueron los gestores para que se
diera la ley N° 3010 del 16 de diciembre de 1918, donde se suprimía el trabajo
dominical. También de la ley del 15 de enero de 1919 donde se fija la jornada
laboral diaria de 8 horas. Allí se reconoció por primera vez al trabajador
peruano. Ambas leyes se dieron durante el gobierno de José Pardo y Barreda.