domingo, 17 de julio de 2011

LA HIPOCRESÍA DE LOS "AMIGOS"

Cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día que pasa estoy más convencido de la hipocresía, cinismo, vileza y depravación de las personas. Su irracionalidad sólo es comparable con la de los animales.
Hace dos días me llama un amigo de la infancia, apreciado y estimado. Me dice que nuestros antiguos compañeros de pupitre han acordado vía Tuenti que se celebre una reunión consistente en una cena, un festín, una ridícula farsa cuyo objetivo sea volver a vernos y brindar por todos, por nuestra falsedad, insidia, infamia y sinsentido común. Evidentemente, él sólo me habló de la cena y los comensales, lo demás lo deduje por mí solo.
Le dije que yo no podía asistir alegando motivos laborales. Gracias a Dios mi amigo no es obcecado, terco y cabezón y me dejó “sólito, con mis ilusiones”, como diría Groucho Marx, al segundo rechazo. Pensará el lector que servidor es antipático, arrogante, descuidado, desenfadado y desagradable. Puede que lector tenga razón, pero soy verdadero, genuino y sincero. Si hubiese asistido esa cena o si asistiese (pues es ésta noche) hubiese traicionado a mis principios, creencias y consignas.



¿Cómo asistir a una cena que es meramente protocolaria e insincera, no responde a los sentimientos y deseos de las personas y tan sólo busca el orgullo individual al promocionarse colectivamente? ¿Cómo voy a cenar con un elenco de personas que cuando se ven por la calle no se dirigen el saludo?; recuerdo, de hecho, un encontronazo que tuve con uno de estos buitres en un autobús y fue capaz de girar la cabeza 180 º con tal de evitar el saludo. ¿Es eso algo normal? Si no quieres no me saludes, pero evita hacer tremendo espectáculo cuya consecuencia puede ser una rotura de cuello. Insto a que hagamos un comité internacional "antiparipei".Ignoro las razones por las que van los cuatro únicos amigos que conservo de esa etapa. Quizás vayan por curiosidad, morbo o lascivia, no los culpo. En esa cena irán (según mi memoria): el putón verbenero, el marica pajillero, el homosexual condescendiente, el abusón, el papamoscas, al amor platónico (de cuyo nombre no quiero acordar), el listillo, el empollón y el guaperas. Y puedo jurar que no tengo curiosidad por interactuar con tales engendros. Vería a gente que mi me acuerdo de ellos y que ni me quiero acordar
Puedo asegurar que existe malicia, dejadez, estupidez y escasa empatía por parte de estas personas. Recuerdo que se murió el padre y la hermana de un compañero mío y fui el único que lo llamé para acompañarle el sentimiento y además quedar con él. ¿Dónde estaban los bondadosos y risueños comensales en este momento?
Cada uno busca sus amistades, sus amores, sus sueños y su vida, pero hay algunos que buscan la autocomplacencia en los vertederos como si de alimañas se tratasen. No quiero nada de esta gente, tan sólo de los cuatro bribones a los cuales aprecio, estimo y deseo conservarlos como si de reliquias se tratasen.
No suelo hacer juicios morales, cada uno pueda hacer lo que quiera, pero que me dejen tranquilo; no quiero ser la coartada moral de nadie.
Soy de esta manera de pensar: rebelde, inconformista y provocador; bohemio y trotamundos; no quiero depender de nadie y que nadie dependa de mi; quiero ser libre. Para que alguien gane mi simpatía, mi atención y mi ardor debe de hacer algo más que convocar una absurda cena que terminará en el silencio.
Como decía Vendetta: “Detrás de esta máscara no hay un hombre, hay una idea, y las ideas son a prueba de balas”.

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