jueves, 16 de febrero de 2012

Etica y moral..



Hace un años leí una novela de Stepehn King titulada Maleficio, el libro habla del poder de las palabras. Maleficio es la historia de Bill Halleck, un hombre que es un marido ejemplar y un excelente padre de familia. Tiene una hermosa casa, considerable fortuna, merecido prestigio como abogado y…algunos kilos de más. La vida de Bill transcurre con total normalidad hasta que cierto día atropella con su auto a una gitana en la calle, y el padre de la mujer le lanza una extraña maldición. Son apenas dos palabras: “más delgado”… En seis semanas, Bill pierde cincuenta kilos. Sin cesar, se vuelve más y más delgado. Desesperado, Bill, a través de las páginas de la novela, intenta romper el maleficio que se abate sobre su vida. 

La enseñanza que me dejo la novela es que con nuestras palabras podemos bendecir o maldecir. El principal vehículo tanto de la bondad como de la maldad es la lengua. Con nuestras palabras podemos crear o destruir. Si maldecimos vamos a atraer el mal hacia nuestras vidas, pero si bendecimos vamos a cosechar el bien de la tierra. Hay palabras que decimos que son como golpes de espada, hieren, calan en lo profundo del corazón. Las palabras pueden romper los huesos o fomentar la salud, enfermar o curar, unir o dividir. A las palabras no se las lleva el viento como dicen muchos. Las palabras no vuelven vacías. Tienen contenido, forma, dirección. Digamos lo que digamos debemos tener cuidado con lo que decimos. Las palabras le dan forma al mundo. La lengua es un fuego.

“…la lengua es un miembro pequeño, pero… ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”.
Santiago 3:5

Dios creó el lenguaje para que podamos comunicarnos con los demás. Con palabras podemos expresar lo que sentimos o pensamos. Ahora, cada vez que nos expresemos debemos bendecir porque la maldición atrae el mal hacia nuestras vidas. Cada vez que una persona habla el mal va a atraer hacia su vida el juicio de Dios. En el libro de Génesis se cuenta la historia de la torre de babel, donde una multitud de personas de comunicaron entre si con el propósito de construir una torre para llegar al cielo sin tener en cuenta a Dios. Como Dios vio que estos hombres estaban comunicando rebeldía, fueron confundidos por Dios y fueron esparcidos sobre toda la tierra. La maldición trae confusión. Si queremos la bendición de Dios debemos bendecir. Debemos hablar la verdad. En su ensayo gente tóxica, Bernardo Stamateas dice: “No dejemos que nuestras palabras nos condenen ni condenen, nos juzguen o enjuicien. Llenémonos de palabras de vida, de pasión, de aliento, de estima, de motivación, de anhelos, de deseos y accionemos de acuerdo a ellas. Aprendamos a hablar en positivo y no en negativo”. No maldigas, bendice…

“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana”.
Santiago 1:26

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